UNA PERTURBADORA NOVELA DE MISTERIO Y AMOR EN LA QUE LA MUERTE SOLO ES EL PRINCIPIO DE LA HISTORIA


Fecha de publicación: 5 de febrero Más información y entrevistas con el autor: Sergio García Jáñez: sgarcia@planeta.es / 636381241
«En sueños vuelvo a verla a menudo, tal como la vi por primera vez en aquel desfasado garito para noctámbulos».
Juan Manuel de Prada ha escrito una novela de misterio con un enigma en apariencia irresoluble: ¿quién era en realidad Lucía?
LUCÍA EN LA NOCHE
Alguien dijo que los ángeles a menudo no saben si se mueven entre los vivos o los muertos. Y cuando se mueven entre los vivos a veces ocultan su rostro, huyen de nuestras caricias, se escabullen y desaparecen, dejándonos con la sensación de que, quizá, nunca estuvieron a nuestro lado.
Alejandro Ballesteros es un escritor cuya decadencia y falta de inspiración le han llevado a renegar tanto de sí mismo como del mundo que le rodea. Cuando, una noche de humo y alcohol, conoce a Lucía, siente que la vida vuelve a valer la pena, con todos sus instantes de misterio, de luz y de oscuridad, de pasión y de desengaños.
Pero, ¿quién es Lucía? ¿Quién es esa chica desgarbada y algo arisca que parece saberlo todo sobre él? ¿Cómo consigue anticipar sus deseos y apaciguar sus temores más ocultos? ¿Y por qué se resiste a confiar plenamente en él? ¿Qué episodios turbios esconde en su pasado?
La desaparición de Lucía marcará el inicio de una búsqueda febril y salpicada de revelaciones inesperadas por un mundo acechado de sombras, en el que Alejandro deberá sacar lo mejor de sí mismo para encontrar respuestas... que tal vez habría preferido no conocer. Un viaje al corazón del miedo en el que tendrá que moverse entre regiones cuya frontera solo los ángeles pueden cruzar impunemente.
La maestría literaria de Juan Manuel de Prada se pone al servicio de una trama llena de misterio y poesía que nos envuelve y cautiva desde la primera página. Amor y duelo, sospechas y ausencias, muerte y resurrección, mensajes que parecen venir del mundo de los sueños o incluso del más allá... Nada en Lucía en la noche es lo que parece. Y todo tiene dos caras.
Narrada en primera persona, Lucía en la noche alterna dos planos temporales: el presente de la investigación y el pasado del año de relación de Alejandro y Lucía. El autor nos ofrece una novela de misterio de corte clásico, aunque con temas muy contemporáneos que causan gran zozobra a las sociedades occidentales (terrorismo islámico, espionaje, éxodos provocados por las guerras en oriente próximo, etcétera). Al principio solo parecen un telón de fondo y hacia el desenlace de la novela se revelan en toda su brutal crudeza. Cuando Lucía desaparezca abruptamente de su vida, Alejandro decidirá averiguar quién era en realidad y las razones por las que se ha esfumado, así como los episodios de su
«Me convertí, en fin, en una piltrafa, en un despojo dispuesto a apurar hasta las heces el cáliz de la degradación».
pasado que pueden servir para explicar lo ocurrido. Poco a poco, Alejandro irá alumbrando secretos cada vez más temibles, hasta llegar al meollo del horror. Pues, como Lucía nos advierte en algún pasaje de la novela, “el miedo no consiste en ignorar; el miedo consiste en saber”.


ALEJANDRO Y LUCÍA
ALEJANDRO BALLESTEROS

Alejandro Ballesteros es un escritor treintañero cuya carrera parece haber tocado fondo. Se considera un fracasado, el nombre que, para él, merecen quienes traicionan su vocación. Según nos cuenta, triunfó, allá en la juventud, “con unos libros fulgurantes de metáforas, arrebatados de irreverencias y osadías verbales, que le procuraron fama y lo encumbraron hasta la cima del éxito”. Sin embargo, una vez alcanzada esa cima, descubrió que allí no había nada que le interesase; que el éxito era “un páramo merodeado por faunas carroñeras en el que no deseaba quedarse ni un minuto”. Y empezó a renegar de su oficio. Con el paso del tiempo, la escritura, que había sido su pasión, se convirtió en una insoportable condena.
Alejandro empezó entonces a buscar lenitivos: asistía a todas las fiestas y saraos a los que le invitaban; atendía todos los compromisos; viajaba sin descanso para pronunciar conferencias y empezó a frecuentar los platós televisivos.
Cierta noche, tras participar en un cochambroso programa televisivo, pide al chófer que lo lleva a casa que lo deje en un garito para noctámbulos que hay en las traseras de la Gran Vía de Madrid. Allí es donde conoce a Lucía Álvarez, de la que se enamorará como un adolescente.



LUCÍA ÁLVAREZ

No tendría más de veinticinco años, nos dice el narrador cuando nos la presenta. Tiene un aspecto desgarbado y atolondrado que al protagonista le hace pensar en “una cigüeña recién caída del nido”. La vemos por primera vez de una forma parcial y algo neblinosa, a causa de la bebida que llevaba ingerida Alejandro en el garito de la Gran Vía. Lucía canta entonces, acompañada por el pianista del garito, una canción de Mayte Martín que es la favorita de Alejandro.
Las descripciones del encuentro, del garito, de Lucía y del impacto que causa en el escritor están entre las páginas más brillantes que ha escrito Juan Manuel de Prada; unas descripciones en las que lo sensual y lo emocional se dan la mano:
«No necesito disculpas para librarme de los tipos que me aburren».
«En sus facciones había algo trágico o aflictivo, una levísima asimetría que recordaba a esas mujeres de los cuadros cubistas que lloran lágrimas como peladillas. Creo que era esta asimetría de sus facciones lo que la hacía tan atractiva, porque uno, al mirarla, tenía la sensación de que no podía captar enteramente las circunstancias de su rostro, como si la barbilla breve no encajase con la nariz prominente y tal vez algo escorada, como si los pómulos muy picudos que parecían a punto de rasgar la piel no se compadeciesen con los labios restallantes de sangre».
Un año después, Lucía se resiste a vivir de forma permanente con Alejandro. Mantiene alquilada una habitación en un piso destartalado del viejo Madrid, que comparte con otras chicas. En ocasiones pasa varios días en casa de Ballesteros; su actitud le recuerda al escritor la de “esos gatos que necesitan alejarse un tanto del calor hogareño y soltar de vez en cuando un zarpazo, trepar a las tapias y despanzurrar un pájaro, para no sentirse del todo domésticos”.
Lucía sostiene que trabaja de cocinera en un restaurante con horarios cambiantes, aunque Ballesteros sospecha que, en realidad, es ella quien va cambiando de empleo, demasiado indisciplinada para aguantar órdenes. Descubrimos que padece electrosensibilidad y es alérgica a los móviles y al wifi, que le provocan mareos, dolores de cabeza, vómitos, incluso leves pérdidas de memoria.
Cuando se acaba de cumplir el primer año de relación, Lucía desaparece inopinadamente de la vida de Alejandro, dejándolo sumido en el duelo. Es entonces cuando la policía descubre a Alejandro que Lucía no era quien decía ser. Usaba documentación robada a otra mujer. Nadie sabe cuál era su verdadera identidad.
Enseguida irán apareciendo otros personajes que nos ayudarán a recomponer el puzzle que poco a poco nos va deparando la auténtica identidad de Lucía.
Juan Manuel de Prada ha construido un mecanismo de misterio perfecto, en el que cada pieza del engranaje cumple una función específica. No desvelaremos a estos personajes, para no reventar la intriga de la novela.
« Habían pasado tantos años desde la publicación de mi anterior libro que ya casi nadie me consideraba como escritor, sino más bien como friqui televisivo.».



ASÍ EMPIEZA LUCÍA EN LA NOCHE
La noche en que Alejando conoció a Lucía nevaba en Madrid. Tras salir del plató de televisión, el escritor acabó en el garito para noctámbulos que se había convertido en el varadero de su fracaso. Lucía estaba allí con un grupo de gafapastas y se arrancó cantando la canción de Mayte Martín que Alejandro consideraba su favorita. Después charlaron y dieron esquinazo a los gafapastas. Así empezó todo.
Un año después de aquel primer y en apariencia azaroso encuentro, Alejandro está poniendo a punto su próxima novela. Al lado de Lucía “han resucitado zonas de su espíritu que creía muertas para siempre”. No ha sido, desde luego, una transformación instantánea: “primero tuvo que expulsar los demonios que habían habitado en su interior durante los últimos años. Poco a poco al principio, de forma torrencial, después, el deseo de escribir lo anegó por completo”. Un día se sentó medroso ante el escritorio, puso las manos sobre el teclado del ordenador y empezó a escribir.
La relación entre Alejandro y Lucía no es desde luego, rutinaria. Ella mantiene su independencia y alterna los días que pasa con él con los que vuelve al piso compartido con otras chicas. Tampoco está muy claro en qué trabaja.
Cuando Lucía desaparece y la policía le informa que su documentación era falsa, Alejandro descubre que Lucía escondía una trastienda llena de secretos que tal vez sea mejor mantener a buen recaudo. Pero acaba sucumbiendo a la tentación de desvelarlos, deseoso de volver a encontrarla. Todo lo que Ballesteros había considerado manías o comportamientos atípicos de una muchacha arisca e independiente adquiere, de repente, un cariz distinto. No disponer de teléfono móvil, mantenerse alejada de las redes sociales, no facilitar a nadie las señas personales, etc. Son –al fin lo entiende el ingenuo Alejandro-- actitudes típicas de quien quiere ocultar su rastro.
Aunque se siente tristemente engañado por la mujer a la que tanto había amado, Alejandro Ballesteros decide ocultar a la policía todo lo que sabe o intuye sobre Lucía, al menos por el momento, en la esperanza de poder averiguar por sí solo la verdad sobre Lucía. Se esfuerza por seguir confiando en ella, aunque cada vez se le haga más difícil y llegue a sentirse algo ridículo.
«Mi duelo empezó a parecerme patético, pero a la vez
no podía espantarlo de mi alma; y esta paradójica imposibilidad me hacía sentir al mismo tiempo mísero y grotesco, como uno de esos pobres diablos que son estafados en interné por algún maromo que ante ellos se hace pasar por muchacha angelical de la que aún siguen enamorados, después de desvelarse el fraude».



LUCÍA EN LA NOCHE, NOTAS LITERARIAS
Pese a los cambios puntuales de registro, a algunas variaciones estilísticas y a la extensión en el tiempo de una ambiciosa obra literaria, que se inicia en 1995 con Coños, Juan Manuel de Prada mantiene unas constantes narrativas y temáticas muy reconocibles. También están presentes en Lucía en la noche.
Por un lado, su escritura es de una excepcional riqueza léxica, con metáforas imaginativas e imágenes sorprendentes, usa una gran variedad de figuras retóricas y una ironía —a veces aguda como un puñal— que lo impregna todo. Por otro lado, cuenta con una serie de temas recurrentes, como la identidad y su construcción, el amor y la sexualidad, el olvido y el peso del azar, que cobran una nueva dimensión con cada novela.



LA DELGADA LÍNEA ROJA ENTRE HÉROES Y VILLANOS
Es un tema recurrente en todas las novelas de Juan Manuel de Prada la indagación en esas zonas de sombra de la naturaleza humana en donde los seres humanos nos enfrentamos a graves dilemas morales. Con frecuencia, quienes parecen héroes se comportan como villanos; y viceversa. Así ocurre con el Pedro Luis de Gálvez de Las máscaras del héroe, con el Jules de El séptimo velo, con el teniente Martín Cerezo de Morir bajo tu cielo…
A veces esta ambigüedad de la naturaleza humana es expresada a través de la confrontación entre dos personajes: así ocurre, por ejemplo, con Santa Teresa de Jesús y Ana de Mendoza, princesa de Éboli, en El castillo de diamante; o con los escritores Octavio Saldaña y Alejandro Ballesteros, maestro y discípulo, en Mirlo blanco, cisne negro. Pero, con frecuencia, esta dualidad se da dentro de un mismo personaje, como ocurre con Antonio, el protagonista de Me hallará la muerte, que no duda en usurpar la identidad de otra persona para sobrevivir.
Algo semejante ocurre con Lucía en esta novela. La joven que al principio oculta o vela su pasado y se muestra esquiva esconde una trastienda de episodios que logran estremecer al
lector. Episodios que la han obligado a convertirse en otra persona. Pero, ¿es Lucía culpable de lo que hizo en el pasado? De nuevo, Juan Manuel de Prada confronta a sus lectores con arduos dilemas morales que nos obligan a tomar partido.
LA EXTRAÑA PAREJA: AUTOR Y NARRADOR
Como ya sucedía en otras novelas anteriores suyas (pensemos en La tempestad o en Mirlo blanco, cisne negro), en Lucía en la noche Juan Manuel de Prada llama a su protagonista Alejandro Ballesteros. ¿Podemos pensar que se trata de un alter ego del autor? Juan Manuel de Prada siempre insiste que sus novelas nada tienen de autobiográfico. Y sin embargo…
Dotado de un ingenio mordaz, y retomada la vida de Ballesteros, De Prada mantiene en Lucía en la noche un sutil juego de dobles entre el autor y el narrador. El argumento de la novela que escribe Ballesteros se corresponde, prácticamente, con el de Lucía en la noche:
«Había elegido como asunto la redención de un artista desahuciado a través del amor a su musa; pero, por no perjudicar la novela de un excesivo autobiografismo, introduje en ella un elemento sobrenatural o fantástico, de modo que no se supiera si el protagonista amaba a una mujer o a un ángel».
Entre las referencias culturales del autor y del narrador destaca Rainer Maria Rilke. El editor Saldaña incluye uno de sus textos en las páginas de cortesía de la novela de Ballesteros:
«Me he atrevido a añadir una dedicatoria. El texto que nos entregaste no la tenía, pero imaginé que tu propósito sería incorporarla en pruebas. Una dedicatoria lo más austera posible, por supuesto. Como observé que citabas en varios pasajes la “Primera elegía a Duino”…».
Justamente unos versos de esa Primera elegía a Duino, publicada por Rilke en 1923, son los que abren nuestra edición de Lucía en la noche. Estos son los dos primeros versos: «Los ángeles (se dice) a menudo no saben / si se mueven entre los vivos o los muertos […]».
De Prada y Ballesteros cuentan con el apoyo de sendas figuras femeninas de las que ambos escriben «que ha resucitado zonas de mi espíritu que creía muertas para siempre».



MEMORIA Y OLVIDO
Este es uno de los temas pradianos por excelencia. También en Lucía en la noche, en donde Alejandro se refiere a ese olvido en primera persona.
El olvido, concluye al rememorar a Lucía, alcanza a todos, quizás porque todos anhelamos que alguien nos añore cuando ya no estemos:
«Lucía me visitaba en sueños, como el miedo la visitaba a ella, y dejaba sobre mi frente un beso de escarcha, pidiéndome que la sacara de la cámara frigorífica donde la quería dejar el olvido de los hombres, sin que nadie la llorase ni añorase , sin que nadie rezase por su alma ni esperase la resurrección de su carne».
El olvido tiene muchos matices y bastantes paradojas. Y a De Prada le encanta —es su yo juguetón— confrontar al lector con esas contradicciones. Así, frente al olvido inevitable al que tanto teme Ballesteros, se levanta el olvido voluntario, el que buscan quienes huyen de la sociedad por alguna razón confesable o inconfesable, como los nazis refugiados en La Cumbrecita, un lugar remoto que Lucía descubre en las fotos de un libro que Alejandro guarda en su biblioteca.



EL MISTERIO DE UNA MUJER Y LOS MISTERIOS QUE LA ENVUELVEN
Lucía en la noche es una novela a la vez intimista y muy comprometida con las circunstancias del tiempo presente. La historia de amor trágico del protagonista se desenvuelve sobre un telón de fondo que al principio no llegamos a comprender: como el entramado de un tapiz, necesitamos tomar distancia para poder contemplar la composición completa. Pero, a medida que se desenvuelve la investigación de Alejandro y vamos conociendo más aspectos de la vida de Lucía, descubrimos que detrás de sus aparentes rarezas se escondían secretos con ramificaciones muy perturbadoras en mundos que aparentemente parecían muy distantes a ella.
Alejandro descubre, mientras trata de conocer la verdad sobre Lucía, que ha azuzado un leopardo y ya no puede detenerlo. Y así se verá implicado en una trama mucho más compleja de lo que jamás se había imaginado, en la que enseguida afloran los interrogantes más inquietantes: ¿Puede estar Lucía involucrada en actividades terroristas? ¿A qué se debe su conocimiento del mundo islámico? ¿Por qué ha ocultado al protagonista su trabajo en zonas en conflicto? ¿Quiénes son las personas venidas del frío que parecen saberlo todo sobre ella? ¿Ha podido participar en un siniestro aéreo que las autoridades han presentado ante la opinión pública como un accidente?



VÉRTIGO Y EL CINE CLÁSICO
No es ningún secreto que Juan Manuel de Prada es un amante y un profundo conocedor del cine clásico. La película Vértigo, dirigida por Alfred Hitchcock en 1959, es una referencia continua en la novela. Recordemos que el título completo del largometraje incluía una frase en la que se inspiran tanto De Prada como Ballesteros en sus respectivas novelas: De entre los muertos. La cita a la película aparece muy pronto, en el momento en el que Alejandro conoce a Lucía.
«Suenan los acordes de un piano y Lucía avanza lentamente hacia mí, mientras canta con voz cálida y rota, abriéndose paso entre la clientela beoda o somnolienta, difuminada por una neblina de ultratumba, como si fuese una resucitada, igual que Kim Novak avanzaba hacia James Stewart en aquella célebre secuencia de Vértigo».
MUNDO DIGITAL Y PREGUNTAS RAZONABLES
Siendo Juan Manuel de Prada un fustigador del mundo digital, la “electrosensibilidad” que padece Lucía y, en general, su odio a los móviles, a las redes sociales, al wifi y, en general, a esa hiperconectividad tan característica del mundo contemporáneo… ¿podría interpretarse como una proyección del autor sobre su personaje?



JUAN MANUEL DE PRADA, NOTA BIOGRÁFICA
Juan Manuel de Prada nació en Baracaldo en 1970, aunque pasó su infancia y adolescencia en Zamora.
Con su primer libro, Coños (1995), y los relatos de El silencio del patinador (1995, ampliado en 2010) sorprendió a la crítica por su poderosa imaginación y su audaz uso del lenguaje.
En 1996 debutó en la novela con la monumental Las máscaras del héroe, con la que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa de RNE. En 1997 recibió el Premio Planeta por La tempestad, que fue traducida a una veintena de idiomas y significó su consagración internacional, después de que la revista The New Yorker lo seleccionara como uno de los seis escritores más prometedores de Europa.
Su tercera novela, Las esquinas del aire (2000), también fue recibida con entusiasmo por los lectores y la crítica, así como Desgarrados y excéntricos (2001), la recreación de las vidas de más de una docena de autores malditos.
La vida invisible (2003) recibió el Premio Primavera y el Premio Nacional de Narrativa, y con El séptimo velo (2007) se alzó con el Premio Biblioteca Breve y el Premio de la Crítica de Castilla y León.
En 2012 publicó con Destino Me hallará la muerte. Sus tres últimas novelas, hasta Lucía en la noche, han aparecido con el sello de Espasa; se trata de Morir bajo tu cielo, en 2014, El castillo de diamante, en 2015, y Mirlo blanco, cisne negro, en 2016.
Ha obtenido, también, los más prestigiosos reconocimientos del periodismo literario, entre otros los premios Mariano de Cavia y Julio Camba.



EMPEZAR A DESVELAR UN MISTERIO ES COMO TRATAR DE SACAR A UN LEOPARDO DE UNA CUEVA. UNA VEZ QUE LO HAS AZUZADO, YA NO PUEDES DETENERLO.
Fecha de publicación: 05/02/2019 | ISBN: 978-84-670-5428-6 | Código: 10229691 | 416 páginas | Formato: 15 x 23 cm. | Presentación: Tapa dura con sobrecubierta | Colección: ESPASA NARRATIVA |Esto es un párrafo. Puedes cambiarlo y poner tu propio texto, editar el formato y añadir enlaces o imágenes.